Algunas personas dicen que la obediencia es nuestra respuesta al amor de Jesús. Pero la obediencia no es algo inherente en mí. Yo de mí mismo no puede producir la obediencia. Nuestra obediencia es como trapos de inmundicia. Haría un regalo totalmente indigno. Por lo tanto, la obediencia no es algo que le doy a Dios, sino algo que Él me da a mi. La obediencia es tanto un don de Dios, como es el perdón de los pecados. Todos los que Dios ha perdonado va a querer hacer su voluntad. La vida cristiana se caracteriza siempre por la obediencia. |